Con 500 metros de diámetro, este telescopio tiene el doble de sensibilidad para explorar el espacio. Tras cinco años de obras y una inversión de 1.200 millones de yuanes (160 millones de euros), entró en funcionamiento en China el mayor telescopio del mundo.
Con esta gigantesca estructura de 500 metros de diámetro, formada por 4.450 paneles reflectores que ocuparían 30 campos de fútbol, los científicos chinos explorarán el espacio y buscarán vida extraterrestre.
El radiotelescopio FAST es el más grande conformado en un único disco, si bien el ruso Ratan-600, integrado por 895 reflectores e inaugurado en 1974, posee un diámetro superior, de 576 metros. Superando ampliamente al telescopio de Arecibo en Puerto Rico, que hasta ahora era el mayor del mundo con sus 350 metros de diámetro, Pekín da un paso más en su ambiciosa carrera espacial.
Denominado oficialmente FAST (siglas en inglés de Telescopio de Apertura Esférica de 500 Metros), el ingenio ya ha sido apodado "Tianyan", que en mandarín significa "El ojo del cielo".
Gracias a la mejora de su sensibilidad, que dobla a la del observatorio de Arecibo y aumenta diez veces su velocidad de rastreo, el nuevo radiotelescopio detectará púlsares en el espacio y moléculas interestelares en su búsqueda de signos de comunicación alienígena.
Durante su período de pruebas, que comenzó en julio tras la instalación del último panel reflector, "El ojo del cielo" ya ha captado un conjunto de ondas electromagnéticas de alta calidad enviadas por una estrella a 1.351 años-luz, según informa la agencia estatal de noticias Xinhua.
Gracias a su precisión, los astrónomos confían en que el telescopio aporte nuevos descubrimientos al estudio de las ondas gravitacionales e incluso a la teoría de la relatividad.
Dando buena cuenta de su sensibilidad, los científicos chinos se ufanan de que sería hasta capaz de captar la señal de un teléfono móvil en la Luna.
A menos que sufra una avería u ocurra una revolución tecnológica, todo indica que el radiotelescopio chino liderará la observación del espacio durante las dos próximas décadas. Aunque las autoridades de Pekín han prometido que este ingenio estará abierto a otros científicos del mundo, en los dos primeros años solo será utilizado por técnicos chinos, que se dedicarán a darle los ajustes finales.
Diseñado y construido por científicos del país, vuelve a poner de manifiesto los logros alcanzados por este país, que en verano puso en órbita el primer satélite cuántico del mundo y hace dos semanas lanzó su segundo laboratorio espacial.
Para construir este enorme artefacto, que se alza en una valle de montañas kársticas al suroeste de China, las autoridades han tenido que realojar a unos 8.000 campesinos de la zona, ya que el telescopio exige un radio de cinco kilómetros de silencio.
Enclavado en el condado de Pingtang, en la provincia de Guizhou, los turistas que lo visiten deberán apagar sus teléfonos móviles para no interferir en las señales que capte procedentes del espacio.
Además de trasladar a los desalojados a diez kilómetros del telescopio, donde se han construido 600 apartamentos para ellos en dos nuevos pueblos, las autoridades han construido un parque astronómico para atraer a los turistas.
Por 368 yuanes (50 euros), los visitantes podrán ver el descomunal telescopio desde un mirador en una montaña cercana, siempre y cuando apaguen sus móviles, cámaras digitales y otros dispositivos electrónicos. Durante la fase de pruebas, solo se admitirán al día unas 2.000 personas, que también podrán continuar el recorrido por un planetario de 5.000 metros cuadrados.
Desde que Pekín lanzó a su primer astronauta al espacio en 2003, ha llevado a cabo cinco misiones tripuladas y ha posado un vehículo sobre la Luna, a donde quiere regresar en 2020. Con su nuevo telescopio, China le disputa a Estados Unidos y Rusia la conquista de las estrellas.
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